Uno de los lanzamientos para invertir en gran medida en AI, especialmente versiones intensivas en recursos, como grandes modelos de idiomas (LLM), es el argumento de que estas poderosas tecnologías tienen el potencial de ayudar a resolver la sostenibilidad y los desafíos climáticos. Pueden ayudar a optimizar los sistemas de energía renovable, predecir el clima e incluso descubrir nuevos materiales. Sin embargo, en el corazón de este argumento hay una paradoja: si bien es cierto que la IA tiene el potencial de avanzar en la sostenibilidad, su impacto ambiental podría negar gran parte de sus beneficios.